Vivimos en la era de los fakes. La sociedad sustenta una brecha, cada vez más amplia por la presión digital, que facilita la transformación, tergiversación y ficcionalización de la realidad. Nuestras propias identidades, los contenidos que generamos, los espacios virtuales que visitamos, las noticias que consumimos o los productos que compramos pueden ser fakes. La integración de esta práctica en la sociedad se está convirtiendo en una parte más de nuestra realidad y, por tanto, también es susceptible de transformase en cultura.
Este planteamiento nos lleva a la cuestión de cómo afecta la tergiversación de la realidad a los productos culturales, concretamente a las producciones cinematográficas. El cine, al igual que otras formas culturales, se nutre de las tendencias socioculturales para darle forma a sus historias, actualizar sus conexiones con el público y, en la medida de lo posible, evolucionar. Si la realidad se disfraza de ficción, ¿por qué no camuflar también la ficción de realidad?
Si combinamos el cine con el concepto de fake se obtienen principalmente tres resultados: la realización de producciones audiovisuales que enmascaran la ficción de realidad para explorar estructuras narrativas y formas estéticas que tengan un mayor impacto en el público; la creación de nuevas estrategias promocionales camufladas de fakes; o la materialización de elementos ficcionales. En esta primera entrega de cine y fakes exploraremos el primer resultado.
Lejos de ser una novedad, numerosas producciones se han camuflado en las últimas décadas de fake para incrementar su realismo, siendo esta práctica especialmente atractiva al mezclar el formato del documental con el terror, la comedia, el drama, etc. Esta hibridación, denominada como falso documental o mockumentary, se lleva a cabo mediante un proceso de desficcionalización, estrategia clave de este género.
En el género de terror, una de las primeras películas que encontramos es Holocausto Canibal (1979), que utiliza las grabaciones realizadas por un grupo de personas desaparecidas como estructura narrativa. Si bien esta historia podría considerarse como un film de terror más, la controversia que se generó en torno a la posible veracidad del material sobre el que estaba basada la película, la convierte en uno de los antecedentes más nítidos de la relación existente entre lo fake y el cine.
Posteriormente, otros films de terror como The Last Broadcast (1998) y El Proyecto de la bruja de Blair (1999) o, de una forma más elaborada, REC (2007) y Cloverfield (2008), utilizan también la misma técnica narrativa, popularizando esta especie de subgénero cinematográfico que se nutre de metraje encontrado, el cual se presenta como material real que se utiliza en el film.
Por otro lado, Sacha Baron Cohen mostró el potencial que tiene el falso documental para hacer de la comedia un género más próximo a nuestra realidad. A través de Borat (2006), Cohen siembra en el espectador la duda de si el relato que está viendo es real o una ficción, lo que otorga una fuerza mayor a los episodios cómicos de esta obra.
Similar es el falso documental What We Do in the Shadows (2014), una historia sobre un grupo de vampiros que comparten piso en Wellington, Nueva Zelanda. Mezclando la comedia con el terror, esta obra se aleja de la figura del vampiro terrorífico y propone a estos personajes como seres reales. A través de un equipo de reporteros que graban a este grupo de vampiros, incluyendo entrevistas con los personajes sentados mirando a cámara, la obra propone un entorno de realidad disparatada.
Estos y un sinfín de ejemplos más, provenientes de diversos géneros, plantean una dimensión creativa y artística del fake. Si bien este concepto está asumiendo significados negativos por el uso malicioso de la tergiversación de nuestra realidad, como las famosas fake news, también es una oportunidad para difuminar la línea que separa la realidad de la ficción en producciones culturales como las películas. Eliminar la parte ficcional de un film se ha convertido así en todo un arte y el vehículo para tal reto es ni más ni menos que lo fake.