La reformulación de la exhibición cinematográfica
El declive de las salas de cine no parece tocar fondo y sigue acentuándose por la extensa oferta que hay en el ámbito del entretenimiento y por la irrupción de las plataformas de contenidos streaming. En este sentido, las pantallas que los ciudadanos controlan a diario se han convertido en sustitutas de las salas de cine, cuyo modelo de negocio está enfocado cada vez más a eventos cinematográficos de gran magnitud.
Asimismo, las salas en las ciudades, otrora dinamizadoras de los centros urbanos, están siendo desplazadas a las periferias de las ciudades donde se encuentran los centros neurálgicos del comercio contemporáneo, es decir, los centros comerciales. Estas salas, gestionadas generalmente por grandes cadenas de cine, están apostando por la calidad tecnológica de la imagen y el sonido para repoblar sus asientos, lo cual les hace dependientes de producciones comerciales en las que prevalecen los factores tecnológicos y estéticos. En consecuencia, las producciones nacionales, como lleva sucediendo en los últimos años, desfilan por estas salas superando en muy pocas ocasiones los temidos, pero ya habituales, números rojos.
—¿Qué están haciendo entonces las salas para volver a ser un espacio de entretenimiento atractivo para todo tipo de espectadores?— La primera solución, y a menudo la más frecuente, es cerrar las salas de cine para frenar las pérdidas. Pero como en todos los periodos adversos que han sufrido los diferentes sectores vinculados a la industria cinematográfica, surge la innovación y la creatividad, la adaptación a las nuevas demandas sociales y la adopción de nuevas estrategias comunicativas, para transformar y hacer sostenibles, en este caso, a las salas de cine. Algunas alternativas a las clásicas salas de cine están viendo la luz y, aunque aún queda un largo recorrido hasta encontrar un nuevo modelo de negocio estable, suponen una esperanza para lo que en un pasado fueron los templos del celuloide.
La primera alternativa es el crowdticketing, un concepto fundamentado en la economía colaborativa. El procedimiento es similar a lo que se conoce como cine bajo demanda, pero configurado como una acción social. Cualquier usuario puede organizar una proyección de cine en una serie de salas eligiendo una película del catálogo que ofrecen webs que promueven esta idea como screenly en España, tugg en EEUU u ourscreen en UK. Exportando el modelo de las webs de crowdfunding, el usuario que organice el evento será el encargado de promocionarlo en un periodo determinado de tiempo y alcanzar un mínimo de reservas establecidas previamente para que el evento se celebre. El público se convierte así en el programador de las salas de cine, las cuales pasan de un modelo push a uno pull.
Otra opción es lo que se ha denominado como sing along, o lo que es lo mismo, un cine en el que la gente puede cantar y bailar al ritmo de sus películas favoritas orientado en ciertos casos por animadores que enseñan al público las coreografías. Aunque esta forma de exhibición cinematográfica no es ninguna novedad, ya que nació con The Rocky Horror Picture Show (1975) y se consolidó como formato comercial en 1999 en el Festival de Cine Gay y Lésbico de Londres, ciertos cines la están incorporando ahora para volver a llenar sus salas. El inconveniente es la dependencia que tienen estos eventos del género musical, que si bien acumula clásicos atractivos, está actualmente en decadencia.
Otra opción es lo que se ha denominado como sing along, o lo que es lo mismo, un cine en el que la gente puede cantar y bailar al ritmo de sus películas favoritas orientado en ciertos casos por animadores que enseñan al público las coreografías. Aunque esta forma de exhibición cinematográfica no es ninguna novedad, ya que nació en 1999 en Londres, ciertos cines la están incorporando ahora para volver a llenar sus salas. El inconveniente, como se pueden imaginar, es la dependencia que tienen estos eventos del género musical, que si bien acumula clásicos atractivos, está actualmente en decadencia.
La última alternativa que vamos a tratar en esta primera entrega es el ecocine. El concepto ecocine, además de nacer directamente como alternativa a las salas de cine, pero con un modelo comercial aún poco definido, tiene otros objetivos como: introducir el cine en espacios públicos y en zonas con poco acceso a la cultura, promover la sostenibilidad utilizando equipos de proyección alimentados por energía solar y transformar y recuperar los espacios públicos para promover la socialización entre la ciudadanía. A través de unidades móviles, el ecocine pretende servir como una herramienta que de acceso a la cultura y sensibilice a la ciudadanía con las energías renovables.
Qingdao: la metrópolis del cine asiático
China es actualmente el segundo mayor mercado mundial de cine y sigue teniendo un amplio margen de crecimiento debido al impulso socioeconómico por el que está atravesando el gigante asiático. El número de salas de cine en este país no ha parado de crecer, llegándose a abrir hasta 10 salas al día en el momento más álgido, por lo que China se ha posicionado como uno de los mercados cinematográficos más dinámicos del mundo que amenaza constantemente con superar los ingresos en taquilla que de forma tradicional ha dominado Estados Unidos.
El impulso cinematográfico en China es un reflejo de las transformaciones que se están llevando a cabo para desarrollar las industrias culturales, el cual es un sector estratégico para este país. El cine se está considerando como un instrumento clave para incrementar la influencia cultural de China en el mundo, es decir, el soft power de China. Esta visión estratégica sobre el cine, influida por la eficacia histórica del soft power estadounidense sustentado en sus industrias culturales, es lo que desde principios de este siglo está promoviendo la construcción y renovación de las infraestructuras necesarias para realizar grandes producciones cinematográficas.
Ahora bien, desde la mitad de los años noventa, uno de los principales espacios de referencia para la producción cinematográfica china ha sido Hengdian World Studios, el cual se ha considerado hasta hace poco como el estudio de cine más grande del mundo. Situado en la ciudad de Dongyang, provincia de Zhejiang, este macrocomplejo, compuesto por trece estudios y a menudo denominado como Chinawood, es reconocido por la recreación de grandes construcciones como el Palacio Imperial de Qin o el Antiguo Palacio de Verano.
A pesar de la continua renovación y expansión de Hengdian World Studios, el magnate Wang Jianlin, presidente del Grupo Wanda, anunció en 2013 la construcción de un nuevo complejo cinematográfico mucho más grande con el fin de mejorar y revolucionar las industrias culturales chinas. El proyecto de Wang Jianlin, que incluye el estudio cinematográfico más caro y grande del mundo, se ha inaugurado en abril de 2018 en la ciudad costera de Qingdao y ya se le conoce como la metrópolis del cine asiático. Entre otras instalaciones destacables, esta metrópolis por ahora cuenta con 30 estudios de grabación, siendo uno de ellos el más grande del mundo con 10.000 metros cuadrados, y con estudios de grabación marinos, que contienen tanto espacios interiores como exteriores, los cuales también son los más grandes del mundo.
Aunque hace poco que ha abierto sus puertas, la nueva meca del cine chino no ha esperado a su inauguración para iniciar su actividad y mostrar su potencial al mundo entero, el cual se puede apreciar en las diversas producciones de gran magnitud que se han realizado en los últimos años, entre las que destacan The Great Wall (Yimou, 2015) y Pacific Rim: Uprising (Deknight, 2018).
De forma paralela, la creación de esta nueva metrópolis no es una inversión aislada del grupo Wanda en esta industria, que previamente realizó la compra de AMC Entertainment y Legendary Entertainment, dos grandes compañías estadounidenses de este sector. La ramificación de los intereses del grupo Wanda en la industria audiovisual de EEUU y su apuesta por transformar las industrias culturales en China ponen de manifiesto la estrategia de este grupo empresarial: la creación de sinergias y la convergencia de las industrias audiovisuales y cinematográficas de estos dos países.
Así pues, la inyección económica que está recibiendo esta industria tanto en nuevas infraestructuras, soportadas por el conglomerado Wanda, como por la puesta en marcha de políticas del gobierno de Qingdao para subvencionar las producciones que se realicen en esta zona, allana el terreno para que la producción cinematográfica sea una parte importante y estratégica del soft power chino. En este sentido, el objetivo de la metrópolis del cine asiático es no solo construir un espacio puntero que ofrezca las mejores condiciones para producir blockbusters, sino crear marcas culturales chinas globales que expandan la imagen de China.
Si las expectativas se cumplen, la nueva metrópolis del cine chino será una gran oportunidad para proyectar a nivel internacional las producciones nacionales. Por ahora, el número de producciones chinas con recorrido internacional es muy reducido en comparación con su volumen de producción. Aunque la capacidad de recaudación del mercado chino es aún suficiente para estimular la producción nacional, las inversiones realizadas refuerzan la exportación de un ecosistema de marcas en torno a directores, actores y mundos ficcionales que apuntalen la internacionalidad de esta industria.
A pesar de todo, la barrera cultural y la ausencia aún de una fórmula comercial global eficaz, sigue obstruyendo las pretensiones internacionales de las grandes producciones chinas. Es por ello que el proyecto desarrollado en Qingdao, destinado a captar producciones internacionales provenientes principalmente de Hollywood, puede servir como vehículo de aprendizaje, transformación e innovación en el cine chino. Empero, la magnificencia del grupo Wanda y el brillo deslumbrante de su nueva metrópolis del cine asiático todavía tienen que demostrar que, más allá de ser un proyecto ambicioso vinculado a grandes intereses económicos, existe también una planificación estratégica para mutar y redirigir la industria cinematográfica china hacía un mercado internacional, superando todos los desafíos que ello conlleva.